La selección peruana se prepara para hacer su debut en el Mundial de Rusia. Sábado 16 de marzo del 2018. El elenco peruano reaparecerá en una cita mundialista después de 36 años, el país se encuentra totalmente paralizado. A miles de kilómetros, el Mordovia Arena en Saransk se ha transformado por unos momentos en el Estadio Nacional, miles de hinchas de la blanquirroja viajaron hasta Rusia para presenciar aquel momento histórico. Suena el ‘Contigo Perú’ y es inevitable que más de uno derrame una lágrima. La emoción está a flor de piel. Mateo Garrido Lecca, mira el televisor con nostalgia, el tenía todo comprado para estar aquel día al lado de la selección y cumplir uno de sus sueños. Sin embargo, postergó unos días ese anhelo y decidió quedarse en Lima. ¿La razón? Quería estar al lado de su padre cuando los dirigidos por Ricardo Gareca se estrenen en Rusia 2018.
Años atrás, Mateo Garrido Lecca, siendo un niño aún, regresa a su casa tras tener su primera experiencia futbolística. Acababa de pisar un estadio de fútbol y siente que encontró la felicidad. Sin pensarlo en aquel momento, ese momento marcaría el inicio de una interminable relación entre Mateo y el fútbol. Tal vez no recuerda hoy en día la fecha exacta, el marcador de aquel partido, y mucho menos el nombre de los jugadores, pero lo que siempre quedó grabado en su retina es la identidad de la persona gestora de aquel primer sueño: su padre.
Mucho tiempo después, Mateo convirtió en un ritual el ir al estadio. Si su selección jugaba, él sentía, que tenía que estar en la tribuna alentando al equipo de todos. Tal vez no eran los años más prósperos de nuestro combinado nacional, eso no era excusa. Y es que el fútbol es así, te conlleva a emprender un sentimiento de amor y lealtad por encima de todo. Fueron pasando las derrotas, los fracasos. Perú seguía quedando fuera de los mundiales. Mateo sufría, Mateo alentaba. Sabía que no hay mal que dure mil años ni selección que lo resista.
Fue en el año 2017 donde todo cambió. Es 31 de agosto y la selección peruana acaba de vencer 2-1 a Bolivia en el estadio Monumental. La clasificación a Rusia 2018 es posible, aunque ahora se viene una dura visita. Toca viajar a Quito y enfrentar a Ecuador. Una plaza donde nunca pudo ganar la bicolor por eliminatorias. Mateo, a pesar de la cuantiosa carga laboral que tiene por aquel entonces, decide hacerse un tiempo y llega hasta el Estadio Olimpico Atahualpa. Se ubicó en una de las tribunas populares destinadas para la hinchada peruana. Aquella zona del estadio no dejaba de vibrar y alentar al elenco nacional. Los estragos de la altura quedaron de lado. Lo que se vivía en dicho recinto deportivo era una final dentro y fuera de la cancha. Llegó el primer gol de Edison Flores y la tribuna se vino abajo. Tres minutos después Paolo Hurtado desató la fiesta en Quito. Mateo estaba viviendo uno de los momentos más hermosos que le había podido regalar el fútbol. A su vez, el equipo de Gareca se metía en zona de clasificación.
Aquel mismo año, en el mes de noviembre, sucedió lo que todos saben. La selección peruana de fútbol firmó su regreso a una Copa del Mundo tras 36 años. Mateo estuvo presento, vivió ese momento y prometió acompañar al combinado patrio hasta Rusia 2018. Organizó de inmediato su agenda y decidió comprar las tres entradas para la fase de grupos. No se quería perder ningún solo partido de la blanquirroja por suelo ruso. Sin embargo, meses antes de empezar la cita mundialista, se dio cuenta que un día después del debut de Perú en el mundial, era Día del Padre. Fue en aquel momento, donde fue su corazón habló por él y decidió quedarse en Lima para el debut de la selección. Si bien su sueño era estar en la tribuna con sus amigos, teniendo la chance de ser testigo de la participación de su país en un mundial, había algo que estaba por encima: presenciar aquel momento al lado del ser que lo llevó por primera vez a un estadio, su padre. Cedió su entrada para el Perú-Dinamarca a un amigo y aquel sábado 16 de junio del 2018, mientras el Mordovia Arena en Saransk retumbaba en cada estrofa del himno nacional, Mateo Garrido Lecca lo hacía desde su casa, al lado de su progenitor, aquel hombre que le dio la vida y le dio la pasión que siente por el fútbol. ¡La sangre siempre te llama!
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