El fútbol puede, y suele ser incompatible con ciertos temas que trascienden lo deportivo; pero hay casos en lo que negar una relación es ir contra la misma historia. Por ejemplo, cuestionar que el fútbol y la no pueden ir de la mano sería ir contra toda lógica. Incluso en aquellos tiempos en los que el mundo parecía tener todo menos sentido. Pero hoy, muchos años después de aquel nefasto episodio oscuro del ser humano: la Primera Guerra Mundial, un balón sigue siendo el mejor regalo de Nochebuena.

La Tregua de Navidad

El 24 de diciembre de 1914, en plena lucha que dejaría diez millones de muertos, más de 20 millones de heridos y cerca de ocho millones de desaparecidos, el fútbol y aquella confianza ingenua llama fe, fueron capaces de detener uno de los más sangrientos combates del Siglo XX. Ocurrió en Bélgica, en Ypres. Un momento tan inesperado e improvisado como milagroso en su momento. Cuenta la leyenda que alemanes e ingleses detuvieron el fuego y cambiaron las armas por villancicos y un balón de fútbol. Un tregua en plena Navidad gracias a una ‘pichanga’. El resultado fue 3 a 2 a favor de los alemanes. Pero el resultado fue lo de menos. Los historiadores no han podido determinar hasta qué punto es cierto este relato. Sin embargo, en el 2012, una carta de un soldado británico a su hermano da cuenta de este suceso. Se trata del teniente llamado Zehmisch, quien habría iniciado el armisticio con el tradicional saludo de ‘Merry Christmas’. La iniciativa tuvo la respuesta esperada por parte del bando contrario.

"Un inglés salió de su trinchera con las manos en alto, llevaba un sombrero lleno de cigarrillos y estaba desarmado. Ese día no hubo disparos. Fue un día histórico porque cuando conocí a su oficial organizamos un armisticio de 48 horas. Cientos de soldados de ambos bandos se reunieron e intercambiaron saludos y regalos", apunta el relato. Pero lo más interesante llegó después. Uno de los soldados habría recibido un balón como regalo, y claro, lo primero que hizo fue darle utilidad y así se sumaron todos los demás, corriendo detrás del esférico, que fungió de bandera blanca y que cambió la desolación por esperanza. Al menos en ese momento, al menos en Navidad.

En 1968 hubo un testimonio de los pocos sobrevivientes de aquel episodio, Johannes Niemann, quien contó su experiencia a la ‘BBC’: “Los soldados sajones y los escoceses pasamos el día fuera de las trincheras durante el día de Navidad. Hablamos e intercambiamos souvenirs, cazamos ciervos y jugamos a fútbol. De repente, un Tommie (soldado británico) sacó un balón y empezó a patearlo, lo que llevó a un partido", recordó. Los soldados tuvieron que retirar cadáveres y proyectiles del campo, e improvisaron con gorras y casacas las porterías. Aunque aun así, el encuentro no fue el más agradable, dijo Niemann, pues "el suelo estaba helado". Muchos y distintos relatos y homenajes se han hecho entorno a esta tregua por Navidad, que como otro cuento más de la Nochebuena, tuvo final. Uno lamentable. Pues el ruido de los cañones le volvió a ganar al de los gritos de gol, el conflicto continuó por tres años más, y no hubo poder –ni el del balón- que detuviera la más grande barbarie humana.

Reconocimiento

Si bien hay varios relatos que dan cuenta de la Tregua de Navidad, lo cierto parece ser que hubo fútbol en distintas zonas. De hecho, se han identificado, según una publicación reciente, un total de 29 casos separados en los que el balón rodó en pleno conflicto, aunque no se ofrecen demasiados detalles. Aun así, la UEFA, e 17 de diciembre de 2014, conmemoró en Ypres, Bélgica, el centenario de la tregua de Navidad, y se levantó un monumento en el mismo sitio en el que se disputó un improvisado duelo futbolístico. “La ceremonia de conmemoración debe rendir homenaje a los soldados que, hace un siglo, expresaron su humanidad en un partido de fútbol escribiendo un capítulo en la construcción de la unidad europea y que son un ejemplo a seguir por las jóvenes generaciones de hoy”, dijo el por entonces presidente de la UEFA Michel Platini.

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